lunes, 28 de mayo de 2012

GINGER de @TinaJaraRnRS



Entré al club como cada jueves por la noche. El humo del ambiente tan cargado me hizo entrecerrar los ojos que ya empezaban a picarme mientras se acostumbraban a la tenue luz del local.

Me senté en la barra. Pedí lo de siempre. Doble de vodka, Grey Goose por supuesto.

Seguí el patrón semanal: observé a las chicas, paseando la mirada una por una, buscándola a ella, Ginger.

Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger, Ginger Ginger, Ginger, Ginger. Su nombre retumbaba en mi cabeza sin cesar.

Ginger era una chica del barrio, veintitantos, dicen que no quiso estudiar y acabó de bailarina de barra americana, aunque creo que la vida tampoco la trató demasiado bien. Su madre era alcohólica y su hermano el camello del barrio. Años atrás yo mismo fui a su casa cientos de veces a pillar lo mío. Ginger siempre estaba en el mismo sitio, tirada en el sofá viendo no sé qué mierda de programa para adolescentes. A veces me miraba mientras yo esperaba a que su hermano me vendiera la coca. A veces me sonreía y puedo decir que ya entonces-y de esto hace unos años-tenía la sonrisa más sexy del mundo.

Ginger … peligrosa, pelirroja, labios de infarto, ojos verdes y un cuerpo voluptuoso que en mis sueños me volvía loco cada noche. Siempre soñaba lo mismo, soñaba que estaba sobre mí, desnuda, y que su pelo largo y rojo caía sobre mi cara con cada una de mis embestidas. Aunque sólo era un sueño porque en el club no podía tocarla. Sólo mirar decían los carteles.

Yo, a punto de cumplir los cuarenta, alcohólico y ahora ex cocainómano, mucho tiempo sin tener sexo de verdad porque la gran mayoría de las noches acababa demasiado borracho como para intentar meterla en ningún sitio. Y eso era un problema porque me moría de ganas de estar dentro de ella.
Ese día había bebido menos de lo habitual, tenía que llegar lo suficientemente sobrio a la hora de cierre del club porque esos sueños me estaban volviendo loco. Lo normal era que me quedara noqueado mientras Ginger bailaba. Ya no podía esperar más. Debía ser esa noche, tenía que aguantar sin desmayarme para descubrir lo que se sentía de verdad al tener su pelo rozando mi cara y mi polla dentro de ella.

Pedí otro vodka, me mojé los labios para poder sentir de nuevo el escozor del alcohol recorriendo mis venas y avancé hasta la tarima roja sobre la que se movía Ginger, tan sensual, tan eróticamente salvaje y volviéndome tan loco con cada movimiento de sus caderas.

Me quedé plantado frente a ella como una estatua, esperando para obtener toda su atención. Me miró, nos miramos y ella me dedicó una sonrisa muy perversa mientras se deslizaba insinuante por la barra americana. Se me puso dura instantáneamente y para compensar me mordí el labio tan fuerte que me hice sangre y ella abrió sus ojos sorprendida. Le tendí la mano para ayudarla a bajar del escenario, ella se agarró aunque al bajar acabó con su boca en mi cuello y eso no me ayudaba mucho. Ese pequeño roce me ponía más cachondo todavía.

Ella ya sabía lo que había. Un privado.

Cabinas cerradas con cortinas. En el interior sillones blancos de diseño, una mesita de metacrilato transparente y la cámara de seguridad, para controlar.

Entré primero, dejé el chupito y dos billetes de cincuenta sobre la mesa. Me acomodé en el sillón.

-¿Qué clase de baile quieres?-me preguntó Ginger.
-Haz lo que quieras. Échale imaginación-le contesté yo.
-Como quieras. Ya conoces las reglas. Sólo mirar, nada de tocar. Sólo yo te puedo tocar si quiero. ¿Queda claro?

Asentí moviendo la cabeza de arriba a abajo y alzando las manos.

            Ginger comenzó a bailar moviendo sus caderas de un lado a otro, bajando poco a poco y volviendo a subir. Yo no le quitaba ojo, no podía apartar mi mirada de ella.

-Hoy estás distinto, parece que no te vas a quedar dormido-me dijo sin parar de contonearse, acercándose a mi poco a poco, fijando sus ojos verdes en mi.
-No. Hoy pienso estar despierto toda la noche.

Ginger se pasó las manos por los pechos sin parar de mover las caderas como un demonio y un calor procedente del mismo averno se apoderó de mi cuerpo, de mi mente y de mi polla que crecía cada vez más.

Ella seguía bailando para mí.

Yo luchaba por no tocarla, ya no sabía que hacer con mis manos, unas manos que se rebelaban por tocar cada centímetro de su piel. Su culo ya estaba casi rozando mi cara y yo me relamía el labio inferior que todavía sabía a hierro, pero lo que de verdad estaba deseando era retirar esa minúscula braguita que nos separaba y follármela con la lengua para descubrir el sabor que se escondía entre sus piernas. Y no podía. Sólo mirar decía el cartel. Querer y no poder.

Ginger se sentó a horcajadas sobre mí, puso las manos sobre mi pecho para sujetarse mientras arqueaba la espalda echándose hacia atrás. Al subir su sexo quedó pegado al mío. Yo noté su calor y ella pareció sorprenderse al notar mi erección. Sus ojos se agrandaron y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. Se frotó, se frotó tanto contra mi polla que creí que iba explotar. Mis manos que estaban estiradas a lo largo del cabecero se agarraban con fuerza al relleno del sillón. Yo sólo quería tocarla, acariciarla, besarla y lamer cada rincón de su cuerpo.

Ginger se incorporó, separándose de mí.

-El baile ha terminado-me dijo Ginger

Me levanté, me bebí de un trago el Grey Goose y me dispuse a salir.

-Ginger- dije
-¿Sí?
-Te espero fuera

No contestó, pero sus ojos ardieron de deseo.

La esperé un rato fuera, apoyado en el coche. Saqué un Marlboro y lo encendí. El resplandor del encendedor iluminó mi cara. La vi salir. Me miró, dijo algo a las chicas que la acompañaban y comenzó a andar hacía a mí, como una diosa bajando del Olimpo. El pelo alborotado por la brisa nocturna, los pechos sobresalían por su escote, sus piernas me parecían cada vez más largas y su falda más corta.

-¿Qué quieres?-me preguntó

La miré y me reí. Ya nadie nos oía. Sólo estábamos ella y yo. Su coche y el mío.

-No te rías y dime qué quieres- volvió a decir un poco enfadada.

Paré de reír. Me puse serio y la miré, frente a frente. Este era mi momento y no podía andarme por las ramas ni aplazarlo un segundo más.

-Lo que quiero es meterme dentro de ti toda noche, follarte de todas las formas posibles hasta que no puedas más y me supliques que pare y que grites, que grites mucho cuando me corra dentro de ti -suspiré un segundo y la agarré por los hombros-porque estoy obsesionado, sueño todas las noches contigo y no puedo sacarte de mi jodida cabeza y …

Y Ginger tapó mi boca con sus labios. Nos besamos larga y profundamente. Reconociéndonos, ardiendo. Mordió mi labio que volvió a sangrar y lo relamió. Ese gesto me volvió loco. Agarré su culo, pegándola más a mi erección, metí la mano por debajo de su falda para acariciar y tocar todo lo que mis dedos abarcaran ¡sorpresa!

-No llevo bragas-dijo riendo
-Mucho mejor, entremos en el coche.

            Nos colocamos en la parte trasera y Ginger que no paraba de besarme me desabrochó los pantalones y me ayudó a deshacerme de ellos, sin darme tiempo se abalanzó sobre mí, me bajó los calzoncillos y me obligó a quedarme sentado con el culo sobre mis talones, cuando quise darme cuenta sus labios y su lengua ya estaban jugando con mi glande, jadeé porque una chica de su edad no debería saber hacer tan bien esas cosas. ¡Oh joder! Agarré su pelo y mantuve el ritmo hasta que supe que no iba a aguantar mucho más.

            -Espera, espera. Ahora me toca mi.
-Vale, pero enciende la radio- me pidió Ginger
-No. Aquí no tienes que bailar para nadie-respondí
-Te equivocas, esta noche voy bailar sólo para ti-contestó ella.

No me hizo caso y la encendió. Era una chica rebelde.

Sonaba You don´t own me, una versión, The Blow Monkeys. La canción se equivocaba porque esta noche sí me pertenecía, era sólo para mí.

Ginger se había quedado dándome el culo, aproveché su postura, le acaricié las piernas, separándoselas, le subí la falda hasta la cintura, le pasé la mano por su precioso sexo húmedo que ya estaba listo para recibirme; pero primero quería darle lo que ella me había dado mí. Pasé la mano por delante de su pierna y con el dedo corazón comencé a acariciar su hinchado clítoris mientras lamía lentamente sus labios. Ella gemía y presionaba su cuerpo contra mi boca. Mi lengua quería dar más placer y empezó a conjugar los lametones con las penetraciones. Ginger no aguantó más, gritó y se corrió en mi cara y con mi lengua dentro de ella. Me encantó oírla gritar de placer.

Después de unos segundos para recuperarnos Ginger agarró mi polla con decisión y en esa misma postura se la colocó en su entrada y se deslizó hasta que no pudo entrar más, yo suspiraba pero ella no me dio tregua y comenzó a subir y bajar ayudándose de los reposacabezas delanteros a un ritmo de vértigo, me iba a correr y ella también, otra vez, porque su vagina me apretaba la polla cada vez más haciéndome sentir un placer infinito y llegó el momento, me agarré a sus caderas e incrementé el ritmo, embistiendo una y otra vez, y una más hasta que Ginger gritó, gritó mi nombre y yo grité con ella mientras vertía todo mi ser dentro de ella.

Me salí de ella. Ginger se puso a horcajadas sobre mí, me besó el cuello y en la boca. Susurró algo en mi oído y se echó a un lado.

Era el fin.

Después de vestirnos, salimos del coche a tomar el aire y a fumar. Nos mirábamos y sonreíamos como dos tontos.

            -Me marcho-dijo ella
-Nos vemos- le dije a Ginger al despedirme

Ginger me miró directamente a los ojos. No me contestó; pero me besó lenta y dulcemente. Me dijo adiós levantando la mano. Se subió en su coche y no miró atrás.

Volví al club la noche siguiente con la esperanza de volver a verla. Repetí mi patrón: observé a las chicas, paseando la mirada una por una, buscándola a ella, Ginger; pero Ginger ya no estaba, me dijeron que se había largado. En este momento sólo estábamos Grey Goose y yo, como siempre era el único que no me fallaba.

Por eso no quería música en el coche la noche anterior. Cada maldita vez que escuchara esa canción la tendría sobre mí. Ahora me daba cuenta de que el equivocado era yo y no The Blow Monkeys. You don't own me, Don't try to change me in any way. You don't own me, Don't tie me down 'cause I'd never stay.

Siempre la recordaría sobre mí, con su pelo sobre mi cara, susurrando mi nombre como si nunca más hubiera querido  nombrar a otro y diciéndome que había deseado hacer esto desde que me sonrió, años atrás, en aquel sofá…                                 

viernes, 11 de mayo de 2012

JUEGOS de @kvhote

Un día, mientras estas de compras, recibes un mensaje mío, "¿quieres ser mi esclava?", la pregunta te pilla por sorpresa pero el calorcito que empiezas a sentir subiéndote por las piernas te convence para mandarme un mensaje aceptando. Yo te digo que si quieres ser mi esclava necesito una prueba de tu obediencia y te ordeno que entres en una tienda y en el probador te quites las bragas, me mandes una foto de tu sexo y guardes después las bragas en tu bolso. Quiero que andes sin bragas hasta que vengas a casa. Tu obedeces por que empiezas a sentir curiosidad mezclada con excitación por saber lo que te estoy preparando...entras en la primera tienda que encuentras y tras coger un par de prendas de ropa para disimular y te metes en el probador para bajarte los pantalones y notar como tus bragas han empezado a humedecerse un poco. Cuando te las has quitado las guardas en el bolso y sacas el móvil para hacerte la foto, pero cuando abres las piernas para mostrármelo bien abierto una de tus manos no puede evitar acariciar levemente tu ingle lo que hace que te entren unas ganas locas de jugar un rato y así me lo haces saber en el mensaje que me mandas. Yo te contesto que dejes de tocarte, solo podrás hacerlo cuando tu amo, ósea yo, te lo diga. Tu obedeces aunque para entonces tus muslos ya resbalan y te vuelves a poner los pantalones para salir de la tienda mientras notas las costuras rozando tu entrepierna...mi mensaje tarda un poco en llegar y tus calores empiezan a hacer que te muerdas el labio de vez en cuando. Quiero que vayas a casa y en el ascensor te quites también el sujetador. Tu estas ansiosa por saber lo que voy a hacer contigo y aceleras para llegar a casa cuanto antes ya que no estás segura de poder aguantar sin tocarte...cuando entras por la puerta de casa todo está a oscuras y oyes mi voz desde el salón diciéndote que vengas y me des tu sujetador y tus bragas para comprobar que eres una buena esclava, y así lo haces. Te digo que te acaricies los pezones hasta que los tengas bien duros para que pueda verlos marcados en tu camiseta. Después quiero que te la quites y te des la vuelta con las manos a la espalda, tu obedeces y me acerco a ti poniendo mi paquete contra tus manos, mientras te digo al oído, después de lamer tu cuello, que como se te ocurra mover las manos te quedas sin lo que notas a través de mi pantalón. Tú te muerdes el labio de las ganas que tienes de tirarme en el sofá y comértela entera mientras yo me arrodillo a tu espalda para agarrarte bien fuerte el culo y abrirlo para meter mi lengua bien adentro... Después mis manos se encargan separar tus muslos para pasar el brazo entre tus muslos mojados y apretarlo bien contra tu entrepierna y obligarte a que muevas tu culito adelante y atrás. Después me levanto para pegarme a ti y llegar hasta tu cono rodeándote con los brazos, haciendo que te inclines ligeramente hacia delante y abro tus labios para poder jugar bien con tu clítoris. Una vez te oigo empezar a suspirar me separo de ti y te digo que te tumbes boca abajo sobre la mesa del salón, pero tu estas tan caliente que intentas darte la vuelta para tocarme, pero te veo las intenciones y te agarro de los brazos para evitar que lo hagas y acerco la boca a tu oído, a la vez que mi pantalón lo hace a tu culo para rozarse contra él, para decirte:" eso no es de buena esclava, debería darte unos azotes?"


Tu cuerpo se estremece con la idea y comienzas a caminar hacia la pequeña mesa de centro para tumbarte sobre ella. La superficie esta fría y un escalofrío recorre tu espalda haciendo que sin quererlo tu culo se ponga en pompa, momento que aprovecho para darte un azote." Eso por ser una niña mala", te digo, y me dedico a atar tus manos y tus tobillos a las patas de la mesa para que te estés quietecita.


Tus pezones se endurecen al contacto con el frio mármol de la encimera y te provoca un leve suspiro para llenarte más tarde de excitación.


Tus muñecas atadas a la parte delantera de la mesa, tus tobillos bien sujetos a cada una de las patas, haciendo que tus piernas se abran casi por completo y tu culo quede ligeramente elevado. "Bonitas vistas" te susurro al oído mientras te dejo comprobar, al acariciar mi pierna tu brazo, que estoy completamente desnudo y dispuesto a jugar contigo, a hacer que tus manos se aferren a la madera de las patas, a conseguir que cada poro de tu piel transpire placer.


Me retiro un poco para poder acariciar tu espalda con la yema de uno de mis dedos y me inclino para recorrer todo tu cuerpo desnudo con la punta de mi lengua, comenzando en tu cuello para resbalar por tus hombros y continuar bajando hasta llegar a tu culo, besar y lamer cada centímetro de él mientras mis manos aprovechan para agarrarlo con fuerza. Mi boca esta entretenida por lo que mis manos siguen su vertiginoso descenso paseándose por la cara interior de tus muslos y llegando a las rodillas, dónde mis labios vuelven a reunirse con ellas para terminar ese sabroso recorrido besando tus piernas, mordisqueando tus tobillos, apretándolos con dos dedos...y concluir desandando el camino con la punta de mis dedos para terminar acercando mi boca a tu oreja y morder tu lóbulo y escuchar lo que eso provoca en ti.
Vuelvo a separarme para ir en busca de un poco de hielo. Cuando regreso tu cuerpo se mueve ansioso, intentando liberarse de sus ataduras, pero te detienes en seco al notar el frio de un cubito de hielo en tus muslos. Tu cuerpo se estremece, pero dura poco debido a que estas tan caliente que el hielo se evapora rápidamente. Tu cuerpo vuelve a relajarse, a pesar de que el ritmo de tu respiración sigue en aumento, y giras la cabeza hacia uno y otro lado con la intención de ver donde estoy y que estoy preparando, pero me encuentro a tu espalda, dispuesto a hundir mi boca en tu entrepierna y disfrutar del movimiento de tu culo, lejos del alcance de tu mirada. Tus piernas se tensan y los dedos de tus pies ejercen más fuerza contra el suelo para que levantar mas tu culo y dejar paso libre a mi juguetona lengua, que se dedica a inspeccionar curiosamente, despacio y tomándose su tiempo, tu sexo, tus ingles, tus muslos...y consigue arrancarte otro jadeo de placer. No puedo ver tu cara, pero te imagino mordiéndote el labio para evitar gritar demasiado.
Una vez que compruebo que tus muslos están bien húmedos, con la mezcla de tu excitación y mi saliva, es hora de dejar que veas que no eres la única cuya excitación hace estragos en su cuerpo, por lo que me coloco delante tuya, con mi sexo erecto a punto de rozar tus labios. Intentas acercarte más a mí, a él, pero las ataduras no te lo permiten, lo que hace que tu deseo por comerme entero se dispare.


Me pides que te suelte, que te deje jugar a ti también... Yo te respondo que todavía no he terminado de jugar contigo, y que ahora empieza lo bueno.


Desato tus tobillos para que puedas apoyar las rodillas encima de la mesa y compruebo como tus caderas se mueven solas, con un ligero vaivén en círculos que me resulta hipnótico y me lleva a caer de rodillas detrás de ti deseando saborear todo aquello que veo. Y mi boca se pone a ello hasta dejar tu culo y tus piernas bañadas por mi saliva. Sujeto tus glúteos con mis manos y tiro de ellos hacia mí, haciendo que mi lengua se hunda aun más en tu interior, haciendo que morderte el labio no sirva para evitar que tu boca pida mas a través de suspiros entrecortados. Y decido darte aquello que pides, pero antes de soltarte del todo me pongo un condón para aprovechar a jugar un poco más contigo, para ponerte un poco más cachonda si fuera posible.
Entro en ti muy despacio, haciendo que apenas la sientas resbalar en tu interior, y salgo de la misma manera, dejándote con más ganas todavía. Tú gimes que no es eso lo que quieres, que estas deseando sentirla bien dentro, y por esta vez te concedo tus deseos haciendo que mis muslos suenen al golpear contra tu culo.


El primer susurro no tarda en convertirse en un grito de placer con la segunda acometida de mi miembro, y tras una tercera tus dedos se agarran a la mesa como queriendo hacerla astillas. Sigo de esa manera un par de minutos hasta que decido intensificar el ritmo, un poco más, otro poco mas...el sonido de los golpes inunda el salón y la mesa comienza a moverse de su situación original.


Tus piernas se tensan todavía más antes de relajarse al salir de ti para ponerme delante y observar como tu cuerpo se retuerce, como tus unas arañan la madera, como tus pechos se agitan sinuosamente.


Me agacho frente a ti y mientras nuestros labios se enzarzan en una lucha de placer te desato de la mesa.


Una vez libre te pones en pie y me acerco a tu oído, mientras tus manos juguetean ya con mi cuerpo, que te dejo hacer lo que más quieras en ese mismo momento.

Tus ojos se abren de par en par y me empujas hacia el sofá, haciendo que casi me caiga sobre él, para tirarte encima de mí y lamer todo mi cuerpo mientras me siento bien.


Después me besas el cuello mientras yo te como la oreja y sin saber cómo ya estas encima mío.
Te dejas caer sobre mis piernas, lo que provoca que tu espalda se arquee por el placer y mi mirada se vaya al techo, y comienzas con lo que hace un rato era un ligero viven de tus caderas. Solo que ahora te mueves como si montaras un potro salvaje, tus manos agarran mi pelo y las mías hacen lo propio para ver como nuestros ojos van y vienen, como nuestra lengua revolotea en la boca.
Poco a poco subimos un poco más el ritmo, yo empiezo a moverme en círculos debajo de ti, y enseguida llegamos al punto de no retorno, a ese punto en el que la razón vuela lejos dejando tan solo dos cuerpos consumidos por el fuego de un polvo salvaje y de un placer desenfrenado.




jueves, 23 de febrero de 2012

LA FIESTA


Habían pasado muchas cosas antes de aquella noche. Tantas, y tan intensas, que tal vez ni mi cabeza ni tu corazón estaban dispuestos a intercambiar ni una sola palabra sobre el pasado. Ni un solo gesto de cortesía, de saber quién era yo antes de ser quien podría llegar a ser ese día, de pensar qué eras tú para mí antes de ser la anfitriona de una fiesta a la que llegaron antes mis manos y mis ojos, y tiempo después mi sensatez. Pero, en definitiva, había aparcado en tu puerta, dispuesto a escapar por unas horas de aquel túnel oscuro que atravesaba, bajo tu supervisión.

Me presentaste a los que no conocía aun y saludé a los que había visto en otras ocasiones. Todos, más de una decena, tomaban algo repartidos en grupos pequeños en la planta inferior, rodeados de música, cojines y sillas. Me cargaste un Ballantines con Coca Cola y subiste a por hielos. Con una coleta que agarraba tu pelo largo, habías decidido ponerte un vestido negro con dibujos, moderno, casi infantil, que a simple vista no acompañabas con nada más. Ibas descalza y sin pendientes.

Yo me incorporé a un grupo pequeño en el que se encontraba alguna amiga tuya que conocía de antes, y alguna otra que no había visto en mi vida. Me resultó sencillo integrarme, ya que todo el mundo era amable y se encontraba a gusto. En ocasiones, y siempre empezando por mi izquierda, circulaba algún porro de boca en boca. Se oían las risas entre varios de ellos y tú, a veces, pasabas por mi lado. Siempre me mirabas. Cuando me daba cuenta y nuestros ojos se cruzaban, sonreías. Cuando yo no me daba cuenta de que me mirabas, supongo que simplemente supervisabas que estuviera cómodo. Cuando tú no te dabas cuenta de que quien miraba ella yo, simplemente me fijaba en cómo te movías, en tus piernas o en tus hombros.

A medida que el alcohol y el hachís iban haciendo efecto, el pequeño grupo de dos chicas y un chico en el que me encontraba decidió sentarse en unos cojines que había en una esquina. Enseguida me di cuenta de que el chico de mi derecha y la chica que tenía enfrente eran, habían sido o iban a terminar siendo pareja. La chica de mi izquierda era mona, hablaba mucho, y cuando se reía tenía la necesidad de tocar, de alargar su brazo para notar un contacto físico con el que hacer más cómoda la interacción. Síntoma claro de inseguridad.

Para cuando estaba terminando mi segundo cubata, los dos sabíamos que la chica de mi izquierda quería algo más allá de esa agradable conversación. Yo estaba dispuesto, necesitado y, con el efecto progresivo de los porros que circulaban siguiendo siempre el mismo recorrido, seguro de mí mismo. Pero no había prisa. Tenía ciertas dudas sobre cómo podía sentarte a ti aquello. Tú buscaste una posición en la sala en la que en cualquier momento podías verme, y yo trataba de quitar de mi cabeza la enorme losa que me suponían esos ojos clavados en mí.

Pasaron los minutos, y agoté el último trago al tercer cubata, dejándolo al lado de mi pierna, justo en una de las esquinas de la sala. De repente, como un resorte, te incorporaste de donde estabas sentada y viniste directa hacia mí. Traté de aguantar de nuevo tu mirada, que esta vez no sé bien qué quería expresarme. Cada vez más cerca, a medio metro, a diez centímetros. Te agachaste para recoger el vaso y yo ni siquiera podía moverme. Al hacerlo, mi boca quedó entre tu cuello y tus tetas. Casi podía rozar tu piel. Noté un espasmo en mi pantalón. Me excité por un segundo, por primera vez delante de ti y fue una sensación extrañísima. Temí que lo notaras y, a pesar de ello, tu gesto me pareció una provocación. Cuando te levantabas, aún cerca de mí, nuestros ojos volvieron a cruzarse. Me imaginé por un segundo a un perro peligroso enjaulado, ladrando, observando, siguiéndote con la mirada, mientras tú, fuera de la jaula, jugabas a que deseara comerte. Pero esa noche, parecía estar escrita para la chica de mi izquierda, esa que aguardaba a que yo diera el paso, a que acortase el itinerario de mi boca a la suya.

Seguía en una conversación amena, pero mi cabeza se había marchado a otra parte. Con el paso de los minutos, me di cuenta de que no volvías a buscarme con la mirada, con lo que me fui convenciendo de que había sido una penosa fantasía mía, que pensé que existió por un segundo sencillamente algo que no ocurrió, que lo prohibido seguía siendo prohibido. En todo caso, el alcohol me había hecho efecto y simplemente por un instante había dado pie a un cuento imposible. Entonces volví a fijarme en la chica de la izquierda. No la encontré tan mona como al principio, pero seguía dándome morbo. Pensé que no le hacía falta tanto empeño en prolongar lo holgado de su camiseta de tirantes para que yo pueda perderme, disimuladamente aunque cada vez menos, en su escote.

Con el paso de los minutos estábamos cada vez más cerca. Ella solo esperaba a que yo la besara. Y yo solo esperaba a que un nuevo cruce de miradas contigo me resolviera definitivamente las dudas. La conversación seguía siendo fluida, pero nuestros dos compañeros de corro ya andaban jugueteando con sus lenguas. Miré la sala. No estabas. ¿Buscando hielos? Vete tú a saber. Me dije: ya. Se terminó, voy a follarme a esta preciosa chica que falta me hace.

Cambié de postura, giré mi cuerpo hacia ella y, como una broma del destino, tus pies descalzos aparecieron de nuevo por la sala, llevando en volandas un cuerpo que, copa en mano, ingería un último trago del vaso. Lo dejaste en un lado del suelo, junto a la pared. Algo novedoso, porque durante toda la noche te había visto recogerlos, no abandonarlos a su suerte. Viniste hacia mí, y yo traté de no perder el hilo de la conversación. Me tendiste la mano."¿Puedes venir?" dijiste "es un segundo".

Un segundo tardé en levantarme, ayudado por tu mano, y seguir detrás sin soltarla. Subimos dos tramos de escalera, allí donde no había nadie. No me dijiste nada. A mí me dio tiempo a pensar dos o tres cosas de camino. "Está enfadada", "¿Qué quiere?" y "Vaya preciosidad de piernas" exactamente. Con el tercer pensamiento, volví a notar el escalofrío anterior.

Abriste la puerta de una habitación que tenía la luz apagada, entraste, me llevaste dentro y la cerraste. Me puse tenso. No entendía nada. Unos segundos de silencio, los suficientes para darme cuenta de que no tenías intención de encender nada. De la tensión pasé a una total excitación. Fui yo el que se encendió. Mi polla creció en mi pantalón. Era el momento de rebelarme, aunque tuviera que imaginarme todo aquello que esa noche había intentado desnudar con la mirada. Mi mano seguía junto a la tuya, como dos hermanos. Giré los dedos y los entrelacé con los tuyos, ahora ya como dos amantes. Mi otra mano buscó tu otro brazo y lo encontró. Subió hasta tu hombro y se quedó en tu cuello. Noté que tu cabeza se inclinaba hacia adelante, que venías hacia mí. Avancé medio paso y antes de encontrar tu boca, noté tus tetas, escondidas bajo el vestido, en mi pecho. Paré un instante, hasta sentir tus pezones duros. Entonces me di cuenta de que era el momento.
 
Busqué tus labios con mi boca, a tientas. Los encontré cerrados en el primer beso, entreabiertos en el segundo, y completamente abiertos en un tercer beso largo, que acabó por rebasar mi morbo. Hasta el cuarto beso, tú no dejaste aparecer tu lengua. Su roce con mis labios, llevó a mis manos a moverse hacia tu espalda, atrayéndote hacia mí. Cuando nuestras dos lenguas se juntaron, y jugaron como en los besos adolescentes, tu tripa ya notaba mi polla dura, ardiendo en deseos de devorar aquello que no era capaz de ver. Tus manos buscaron mi culo y empujaron hacia ti. Después se perdieron por debajo de mi camiseta, empujando desde abajo hasta sacármela por encima de la cabeza. No había marcha atrás.

Dejé tu boca por un instante, y me hundí en tu cuello, a la vez que tú te comías mi hombro. Retiré los tirantes del vestido, acaricié tus tetas y bajé hasta tus piernas, para acabar subiendo las manos por debajo del vestido justo en el momento en que volvía a besarte. Te noté respirar fuerte en aquel momento, y tu mano paseó por el bulto de mi pantalón, de abajo a arriba. Busqué liberar tus tetas, lamerte los pezones, mientras conseguía notar tu humedad con mis dedos y bajaba tus braguitas. Tuve un arranque violento, por decirlo así, y a tientas te llevé hasta la pared. Te dejaste llevar, pero quisiste liberar mi polla del pantalón primero. Cuando lo conseguiste, me acariciaste levemente, de nuevo de arriba a abajo, como si estuvieras tanteando el terreno.

Sin abandonar un segundo tu boca, comencé a acariciarte el clítoris. Tú hiciste lo propio, masturbándome. Yo quería ser el dueño de esa habitación oscura. Así que, en el momento de penetrarte con uno de mis dedos, bajé con mi boca para lamer tu clítoris. Levantaste una pierna hasta mi hombro y empujaste mi cabeza hacia ti. Yo estaba en un cielo imposible. A cada movimiento, un surco de placer recorría tu cuerpo. Cada vez que bajaba y subía con mi lengua por tu clítoris, un gemido de placer. Y tus manos, apretándome hacia ti.

Pero tú también querías ser la dueña de esa habitación y, enseguida, cambiaste de posición siendo yo ahora el que estaba frente a la pared, y tú la que podía hacer y deshacer. Sin dejar de tocarme la polla, bajaste por mi pecho hasta mi ombligo, y desde ahí, te perdiste jugando por cualquier sitio. Todos me daban placer. Al final, tras recorrer de abajo a arriba mi polla con tu lengua, la metiste en tu boca, y comenzaste a moverte. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Un minuto, dos horas o quince segundos, pero me tenías completamente atrapado.

Paraste y me dejé guiar hasta la cama. Tú conocías aquel espacio. Intenté ponerme encima de ti pero la pelea por el momento la seguías ganando tú. Te sentaste encima mía, frotaste mi polla con tu clítoris, y subiste encima mía bajando despacio, notando la penetración lenta, extremadamente lenta. A partir de ese momento, comenzaste a moverte despacio, en vertical, imponiendo tu ritmo. Yo comencé a acariciarte el clítoris. Quería devolverte el placer que estaba recibiendo. Tú sola comenzaste a acelerar progresivamente, hasta inclinarte hacia mí. Notaba el choque de tus tetas en mi boca. Trataba de lamer tus pezones cada vez que subías. Por fin, de nuevo, nuestras lenguas. Y el calor inmenso de estar dentro de ti.

Me excitó aun más ver como tu respiración se entrecortaba y, aprovechando que volvías a inclinarte hacia mí, logré darte la vuelta y ponerme yo encima. Sin perder ni un segundo, comencé a penetrarte a gran ritmo, como un desesperado, levantando tus piernas de nuevo, golpeando tu vientre, buscando tu orgasmo.

Sudábamos, estábamos pegados el uno al otro y yo solo quería escuchar tu aliento en mi nuca. Seguía acariciándote el clítoris, trataba de apretar y separar tu culo para que notaras mejor la penetración, presionaba tu pierna hacia arriba, buscaba de nuevo tus pezones, tu cuello tu barbilla, tus labios, tu lengua. Tú empujabas hacia mí, te movías desesperadamente y yo no podía buscar la excitación en tus ojos.


Te puse boca abajo, y seguí penetrándote hundido en tu cuello. Tú me facilitaste las cosas, e inclinaste tus piernas, poniéndote a cuatro patas. Yo seguía entrando con fuerza, mientras eras tú la que se acariciaba ahora. Te faltaba poco y yo.... yo soy quería vaciarme dentro de ti.

Noté que deseabas más velocidad, que llegaba tu momento, así que decidí  levantarte de la cama, busqué desesperadamente la pared. Levanté con fuerza tus piernas, busqué de nuevo tu entrada, y comencé a penetrarte con aún más fuerza. Tú te agarrabas a mi cintura, golpeándome con tus tetas en la cara. Bendita violencia. Subí y bajé con toda la fuerza que me quedaba. Ahora ya no respirábamos, ahora gemíamos los dos. Al oír que comenzabas a correrte, que en ese momento deseabas morderme en vez de besarme, recibí lo más parecido a una descarga eléctrica en mi cuerpo y comencé a vaciarme dentro de ti, Una, dos, tres, cuatro, cinco veces, y después más despacio, una vez que ambos habíamos terminado, pero que seguía notando tu calor, que permanecía quieto dentro de ti. Entonces repetimos nuestro tercer beso, sin lengua, largo, un beso cómplice, agradecido.

No pude verte, ni siquiera te quité el vestido, me hubiera encantado hacértelo con mi boca, despacio, tantas cosas.... pero nuestro momento había terminado.

Cuando bajé, la chica de la izquierda ya no estaba.

jueves, 2 de febrero de 2012

"El Chalet de Sofi" de @cheeechu235


Uff que calor que hace... menos mal que ya estamos llegando...

El cielo se torna blanco con el calor de la tarde siempre, parece que perdiera el color, color que por la noche siempre aparece, y esa noche en especial iba a ser especialmente calurosa, y en general, inolvidable...

Llegamos por fin al chalet de Sofi, que estaba a las orillas de una laguna (que chapuzón nocturno me estaba imaginando...).

El chalet era inmenso, una casa para veranear con su familia... tenía 3 plantas enormes: la planta baja donde se encontraba el salón con la zona de comedor que cabrían como 20 personas, y la zona de los sillones para sentarse relajadamente a ver la tele; la cocina, y un par de habitaciones. La planta alta donde estaban los 4 dormitorios dos de ellos con camas de matrimonio y los otros con varias camas individuales. Y el sótano donde tenían la sala recreativa con un billar en medio, una barra tipo americana con butacas y la bodega de vinos. Lo tenían todo bien previsto en esa familia, desde luego, por pasta no sería... Alrededor de la casa se encontraba un jardín de hierba y por supuesto la kilométrica piscina, en la que seguro pasaríamos bastante rato ese día...

Éramos 4 chicos y 4 chicas los que, tras los duros exámenes de junio de 1º de la universidad, finalmente nos habíamos decidido a venir, parecía el plan perfecto...

Compramos varias botellas para que no faltase bebida y provisiones suficientes para el fin de semana.
Daban las 18h de la tarde cuando estaba ya todo montado. La música sonaba en los altavoces, las cervezas comenzaban a caer y nosotros en la piscina disfrutando de la tarde soleada. ¡Qué plan hay mejor que este! Le decía a mi amigo Javi, mientras veía como dos chicas luchaban por hacerse ahogadillas, y nosotros mirando desde el borde de la piscina con una cerveza en la mano. Sofi, llevaba un bikini blanco que le transparentaban los pezones y era imposible no mirarla cada vez que salía del agua para volver a lanzarse, siempre dejando miradas cuando pasaba cerca… era un espectáculo de chica.
La tarde fue cayendo pero no nuestras ganas de fiesta, que continuaron con la típica barbacoa para llenar el estómago que ya rugía después de todo el día allí. Tras quedar llenos nos tumbamos en las hamacas para reposar un poco la comida.
Las hamacas eran grandes, entraban dos personas, así que a la que pasó Sofi, la dije que se podía tumbar conmigo y eso hizo. El solo olor de su pelo, me ponía los pelos de punta. Si no hubiera habido nadie más en aquel momento, me la hubiera puesto debajo y la habría follado hasta que llegara el alba. Mis ganas de hacer eso tuvieron que esperar por el momento, demasiados ojos cerca. Eso sí, llevaba una camiseta blanca de tirantes y no, no llevaba sujetador debajo. Tenía un cuerpo increíble, sus pechos eran pequeños pero perfectos y su culo era imposible no quedarte mirándolo, además de sus dos ojos verdes detrás de un flequillo que constantemente caía por su frente.
Llego la noche, y las dos parejitas que habían venido juntos decidieron desaparecer misteriosamente a las habitaciones de la planta alta... y en el salón nos quedamos: Sofi, mi amigo Javi, más pendiente del alcohol que de lo que se cocía en el ambiente, no tardaría en caer a la velocidad de engullir cervezas... Jessi, que había sido convencida por Sofi para venir, y se notaba que ella ya había vivido más de una fiesta... rubia, ojos azules que decían claramente lo que ella pensaba en cada momento, y su cigarrito en la mano que se llevaba a esos labios carnosos, que tantas veces en clase había imaginado como acababan posándose sobre mi polla mientras yo la miraba atónito... y por último yo, que ni mucho gimnasio, ni poco, seguía manteniendo algo de lo que me había dado el fútbol en el instituto... empezaba a necesitar un corte de pelo. Pero era algo que no me molestaba, peinarse era para otros días...

Después de beber ese día una cervecitas , y de los baños en la piscina, donde tuve que tener cuidado con los roces en las ahogadillas con Jessi, (buff era fuego esa chica) y de arrimarme lo suficiente a Sofi, pero no demasiado (me vuelve loco desde que la vi entrar en clase con esas gafitas de pasta, mirando al suelo...), nos encontramos en el salón con la música de fondo a lo que Jessi comentó "he traído una cosita para animar el ambiente" y sacó de su vaquero, que tapaba poco más que medio culo, dos dados... donde en uno ponía: boca, orejas, cuello, tetas, pezones y una interrogación; y en el otro, ya os imagináis, besar, morder, etc.

Javi, sin previo aviso, salió corriendo, imagino a sacar todo lo que había entrado esa noche y ya no volvió. "Ahora somos solo 3" se me ocurrió decir y respondió Jessi "más para ti", era toda provocación desde que habíamos llegado, y yo ya con solo mirarla se me empezaba a levantar...

Jessi le pidió a Sofi que trajera tres vasos de chupito y los llenó con una de las botellas de tequila que habíamos comprado, aun sin tocar.
 "Esto funciona así" dijo Jessi con una sonrisa en esos labios rojizos, "primero se elige con quien vas a hacerlo, y luego se tiran los dados, antes claro hay que beber el chupito". Sofi ponía cara de no estar segura, pero al final, accedió y Jessi se relamía, cada vez que nos miraba a uno de los dos...

"Bueno quién empieza dijo Jessi...”, a lo que siguió, "venga nene lánzate, me presto para tu primera vez". La mire con cara de tonto, y sin saber que decir, directamente, lo siguiente fue tener los dados en una mano y el chupito en la otra, lancé y salió, “besar” “cuello”.
Me acerqué, tome el chupito de un trago (bajo más deprisa de lo normal) y empecé a saborear su cuello, uff  el tacto de su piel me la ponía dura, y su piel se empezó a erizar en cuanto la tocaba.

A  continuación, aJessi le tocó Sofí; tiro los dados y la besó sin darla tiempo a asimilarlo…, que imagen, entonces yo ya estaba hirviendo... como sus manos agarraban sus pechos mientras sus lenguas chocaban al principio con timidez y luego con furia. El piercing que  llevaba Jessi en la lengua no hacía más que imaginar que era lo siguiente que podría estar chupando…

Sofi tiró y le tocó besarme a mí. Como con Jessi, empezó tímida, pero enseguida se animó. Era una leona encerrada en el cuerpo de una gata. Su lengua no paraba de moverse… si no fuera por el tequila, estoy seguro que sabría a fresa…
Después me tocó con ella y salió "morder" "pezones". Yo me acerqué a ella y poniéndome de rodillas en el suelo, le levanté la camiseta de tirantes. En cuanto le quité esa camiseta blanca,  pude ver esos dos bultitos que me llamaban desde hacía ya, varios minutos y que yo al principio toqué con un dedo, pasé la lengua por encima, y empecé tras eso, a chupar con delicadeza, rozando con los dientes, para que ella lo notara más, empezando incluso a resoplar cuando yo lo hacía... no quería parar y ella no quería tampoco que parase, pasaba de un pezón a otro y no dejaba de mirarla, como entrecerraba los ojos y me acariciaba el pelo, mientras se mordía el labio inferior…

Sin previo aviso, y perdiendo la noción del tiempo que llevábamos así, encontré la mano de Jessi, metiéndose en mi bañador para encontrar aquello que me presionaba desde hacía ya bastante. Se había puesto detrás de mía, bajándome del todo la ropa.

Empezó a jugar con mi polla, primero tocándola con los dedos de arriba a abajo, pasando por mis huevos. Comenzó a masturbarme pegando sus dos grandes tetas sobre mi espalda, frotándose sobre mí, mientras con las dos manos cogía ya mi durísima polla, para después hacer realidad todas mis fantasías, poniéndose en frente, metiéndosela en la boca y mirarme con esa cara de viciosa que deseaba ver ahí abajo desde mis clases en la universidad…

Yo en ese momento, entrecerrando los ojos, por el placer, instintivamente, introduje mi mano en las braguitas ya mojadas de Sofi, que agradeció con un gemido profundo... dios estaba empapada, no dejaba de mirar a Jessi que seguía chupándomela sin parar.

Notaba su humedad en mi mano, e introduje los dedos hasta el final. Al principio, despacio, y luego más rápido... quería que se corriera, que gritara de placer. Ella gemía tímida agarrándose con los puños cerrados al sofá, con los ojos cerrados y moviendo la cadera al son de mis dedos, sintiendo como penetraban su coñito mojado, sus pezones eran dos bolitas que yo atacaba con mi lengua mientras ella me agarraba del pelo fuerte. Fui bajando mi lengua, por el canalón de sus tetas, deteniéndome en su ombligo y acercándome al corazón de sus deseos. Le besé las rodillas, los muslos; ella deseaba entregarse a mí y que llegara a su coñito y cuando metí mi lengua en él, empezó a gemir ya sin temer que lo escuchara…
Mientras, Jessi, se había quitado la poca ropa que le quedaba y se recostó a su lado, mientras observaba como seguía masturbando a Sofi... empezaron a besarse y yo arranque literalmente las braguitas de Sofi, para poder introducirle mi polla ya durísima. Quería metérsela hasta el fondo y que se corriera conmigo dentro...
Cuando se la metí empezó a gemir más fuerte, con los juegos estaba ya a punto, empecé a hacerlo cada vez más rápido y más rápido, ella seguía gimiendo, y, a su lado Jessi se masturbaba viéndonos follar, también quería follármela a ella… y en ese momento Sofi no pudo más y se corrió, convulsionando todo su cuerpo apretándolo contra el mío, casi quedándose sin respiración, nunca olvidaré su cara en ese momento…

Jessi que no se había movido en todo ese momento, la tenía al lado, masturbándose y mirándonos con esa cara de viciosa, de niña buena y a la vez perversa. La cogí del brazo, la puse a cuatro patas en el suelo y le metí la polla hasta el fondo. Empecé a follármela sin previo aviso con increíble fuerza, no podía casi ni respirar, solo pensaba en metérsela más y más dentro, quería hacerla gritar de dolor y de placer al mismo tiempo.
La puse de cara a Sofi, y Jessi captó el mensaje, y comenzó a jugar con su lengua y el coñito de ésta. Sofi volvía a encenderse, Jessi pasaba su lengua por el clítoris, sabía donde tocar, para que Sofi volviera agarrarse a ese sillón y empezara de nuevo a gemir.
Se tumbo Jessi boca arriba en el sofá, y Sofi encima de ella, empezaron a hacer un sesenta y nueve, chupándose y metiéndose los dedos rápido. Yo iba de una a la otra, aprovechando, introduciendo mi polla mientras se masturbaban la una a la otra, era un baile de gemidos y sudores…
Jessi, me tiro contra el sofá y se sentó encima mía, empezó a moverse haciendo círculos con mi polla dentro de su coño, y susurrándome al oído “¿quieres  correrte? Yo quiero que te corras en mi boca, quiero chupártela hasta que te quedes sin aliento” Empezó a saltar fuerte, mientras yo la abría más, cogiéndola del culo.
La penetraba con fuerza también, quería que se corriera, que gritara de placer, que su cuerpo y el mío se fusionara en uno, que su fuego hirviera con mi fuego…
Y cuando, en ese momento de frenesí, yo ya no podía más, se retiró, se puso de rodillas, cogió a Sofi, la puso a su lado y la hizo chupármela, metérsela hasta casi asfixiarla. Ambas me la lamían, yo no podía aguantar más, Jessi sabía lo que hacía, así que cogió, se la metió en la boca, empezó a chupármela todo lo rápido que pudo, yo la agarré del pelo fuerte y me hizo correrme a lo bestia… contra su garganta, no apartando su boca de mi polla hasta que no acabé de correrme…


Amaneció en el chalet de Sofi, una mañana clara y fresquita, dada la cercanía al lago. Recogimos, un poco soñolientos y bastante exhaustos, todo lo que habíamos dejado del día anterior. Cogimos los coches y tomamos la carretera de vuelta a casa.

Después de ese fin de semana, seguimos viéndonos por la universidad, en clase, cruzándonos por los pasillos, en los descansos; sin olvidar en ningún momento cuando coincidía con alguna de ellas, ese juego de los dados y esos labios suyos tan maravillosos...

sábado, 21 de enero de 2012


Tú.
Que me lees.
Que me escuchas en silencio.
Esperando algo.
Tal vez un rayo de luz.
En esta noche enrarecida
Por la ceniza de otro sueño huidizo.

Aparta tus manos del teclado
Pásalas por tu cara,
Reconócete,
Encuéntrate,
Mímate,
Quiérete.

Recorre tu cuerpo con ellas
Tú sabes cómo, tú sabes por dónde
Porque tienes sed,
Porque tu cuerpo arde

Sonríe un segundo.
Así.
Bella,
Tierna
Gata.

Usa tu imaginación.
Recuerda nuestros días
El calor, la risa,
La oscuridad y el deseo.
Dibuja esa mirada cuando te agotas
Cuando te vacías
Sintiéndote plena.

Ahora que no me ves
Que no sabes cómo soy
Que tal vez nunca nos encontremos
Es momento de decirte
Que esa mano que te acaricia
Es la mía.
Siempre fue la mía.

ESTE RELATO PUEDES ESCUCHARLO AQUÍ: http://poguemahonex.wordpress.com/2012/02/02/tu/

lunes, 16 de enero de 2012

La peregrina


La chica de al lado me golpeó levemente en el hombro. Era hora de despertarse. El tren llegaba a su destino. Había llegado el momento de comenzar a andar. Lluvia fina a las seis de la mañana. Una linterna frontal, una capa de lluvia y un agujero en el estómago. Quise desayunar antes de salir y entré en un bar abierto a esas horas para locos aventureros como nosotros. Pedí un café a la camarera, con una tostada, y me aseé un poco en el baño. Allí le vi por primera vez, despeinado, charlando con sus compañeros de viaje. No me pareció ni guapo ni feo. Tenía exactamente eso que me atrae siempre pero que nunca sé cómo explicar. La sonrisa oculta o las manos, sus imperfecciones ingenuas o su mirada difícil de descifrar. No lo sé.

Recorrí la distancia de aquella jornada sola, charlando con unos y con otros. Conversaciones entretenidas, que humanizaban un camino duro, con viento, con lluvia, aun sin dolores localizados. Cuando llegué al albergue y me alojé en la litera de aquella habitación, decidí acostarme un rato. Después salí a cenar algo rápido, porque a las diez apagaban las luces.

Todos apuraban los últimos minutos en la habitación para colocar sus cosas antes de quedarse a oscuras. Yo ya lo había hecho antes. Entonces le vi, en la última litera de abajo, pegada a la pared. Estaba cogiendo su tabaco. Después salió de la habitación. Decidí hacer lo mismo.

Sobre las calles de aquel pueblecito caía una manta de lluvia. En la puerta del albergue, el desnivel del tejado hacía caer chorros de agua, como en una auténtica ducha, por los laterales. Él estaba hablando con otro chico. Me senté a su lado y traté de encenderme un cigarro. Me sentí boba, cuando me di cuenta de que mi mechero no era capaz de encender porque se quedaba sin gas. Alargó su mano y me ofreció fuego. "Gracias", respondí. Me uní a la conversación, sin explicar porque decidí realizar aquel viaje sola.

Aunque las nubes retenían el descenso de temperaturas, iba poco abrigada. Pantalón pirata y una camiseta juvenil, ajustada. Enseguida me subí a la habitación.

O todos dormían o simplemente se habían desmayado todos en sus camas. A oscuras, escuché el ruido de sus zapatos caminando hacia su litera. Colocó su teléfono móvil en un lateral, con la pantalla encendida y se quitó el pantalón. Me encantó esa imagen. Y yo, que algunas veces me siento guapa, y otras fea,  supuse que si hacía lo mismo tal vez él me mirase también. Tenía ganas de provocarle un poco y  esta vez me atreví. Cogí mi linterna, me la puse en la boca, me desnudé de cintura para abajo y me unté de una loción antiinflamatoria. Jugué a masajear mis muslos, mis rodillas, mis pies. Esas piernas, las mismas, a las que solía sacar continuos defectos cuando me juzgaba duramente, o cuando tenía la autoestima agazapada, eran en aquel momento las piernas de una diosa, pero solo si él las estaba mirando.

Me excité cuando me di cuenta de que él, delatado por la luz de la pantalla de su teléfono, me miraba, analizaba mis movimientos, procurando que no le viera.

Terminé de recoger la mochila e inicié el camino antes de que amaneciera. Él seguía durmiendo. Recorrí los primeros kilómetros a buen ritmo, y la segunda parte más lentamente. A medida que iba bajando el ritmo de mis pasos, varios grupos de personas me adelantaban. Él, con su grupo, no. A mi llegada al albergue municipal del pueblo de destino, mis pies y mis rodillas comenzaban a irritarse, a resentirse progresivamente. Estallaron algunas ampollas. Comencé a curarlas cuando se abrió la puerta y entró él con su gente. Intercambiamos algunas palabras, cogió su aseo para ducharse y sonó su teléfono móvil. Los baños eran mixtos y eso era muy excitante. Quedaba una ducha libre, así que intenté que fuera mía, aprovechando que él se había entretenido en la conversación.

Que el agua salía muy caliente no me vino mal para relajar mis piernas. Aclaraba mi pelo cuando noté una presencia a mi espalda. No quise darme la vuelta. No quise mirar. Pensé que era él y me excité. Como si un chorro de agua helada saliera de repende del grifo ardiendo, me quede paralizada.
No pasaron más de cinco o diez segundos, con aquella presencia en mi espalda. De la ducha de al lado otra persona salió y dejé de notar, bruscamente, esa presencia. Tuve la tentación de tocarme, pero
todavía no era el momento. Terminé de aclarar mi pelo y salí del agua. Quien me había visto estaba en la ducha de al lado. Y al pasar, evidentemente, era él. Me alegré, me dio morbo, me sentí como una payasita tímida, observada, y a la vez como una leona, como una salvaje, dispuesta a todo. Y me quedé un
ratito mirando cómo trataba de disimular, de manera torpe, su polla dura rozando con la pared. Pensé que él se estaría masturbando, y aquello me humedeció, me tensó, me puso muy cachonda. Quizás en su oscura imaginación me estaba follando. Lo cierto es que yo lo estaba deseando.

Cuando llegó la noche, no pude verle. Yo estaba abajo y él arriba, en otro lado. No había forma. Ni una posibilidad de seguir ese juego que empezaba a condicionar mi viaje. Caí rendida.

Por la mañana, volví a ser más madrugadora. Como tenía dolores, quise avanzar mucho, lo más posible, para evitar quedar extenuada a medida que avanzara la etapa. Qué ilusa. Paré a descansar. Al enfriarme, sobrevinieron los dolores, cada vez más fuertes. Apareció y me saludó. No encontré fuerzas para
contestar. Solo supe entresacar una sonrisa tímida. Él paró y siguió, y yo seguía allí plantada.Andar se convirtió el resto del día en una auténtica pesadilla. Cuesta arriba, mi mochila me tumbaba como un
resorte. Cuesta abajo, me aplastaba, me hundía. Sufrí mucho. Tuve dudas e incluso pensé en abandonar.  O aparecía pronto el albergue o aquello dolor restaba sentido a la aventura.

Locura, ansia, afán de superación, morbo, todo a la vez. Tardé muchísimas horas en llegar al destino. Tanto, que todos habían dormido sus siestas y estaban paseando por el pueblo. No tuve fuerzas nada más que para darme
una ducha rápida, escalar hasta la litera superior, curarme y dormir hasta que anocheció. El resto se estaba preparando para dormir cuando yo me sentía mejor, los dolores habian remitido. Entonces, sucedió.No podía creerlo. Junto a mi litera había otra, pegada. Mi compañero de al lado podía ser mi marido y yo su otra mujer. Era chico, estaban sus cosas. Y aunque no estaba, era él.

Estaba contenta, alegre, cachonda, todo a la vez. Recobré mis fuerzas y bajé a cenar. Pensé en imágenes sugerentes, sexuales, directamente guarras que me gustaría que sucedieran aquella noche. Pensé en seguir mirándole, pensé en cómo hacer para excitarle de nuevo, en cómo lograr traspasar esa raya que me forzaba a ignorar dolores y seguir adelante.

Todos estaban acostados. Llegué tarde al albergue, fume un cigarro, cogí mis cosas de aseo sin ni siquiera intentar escalar hasta la litera donde ya estaba él, sin pantalones, dentro de su saco, y fui al baño a asearme.
Procuré hacer poco ruido al salir. Había quien roncaba. Subí torpemente las escaleras hasta la litera y en la oscuridad me acerqué a él, consciente, más de lo habitual, haciéndole ver que sabía quién era, y que estaba tumbado allí, aunque no le hubiera visto en todo el día. Le susurré un 
"buenas noches" y me puse sobre mi saco.

No había opción. No podía verme. Pero sí escucharme. Así que me quite los pantalones, a apenas medio metro de él. Yo sentía un morbo horroroso. No solo por estar junto a él, sino por imaginar lo que estaba sintiendo. Comencé, despacio, a untarme de crema anti-inflamatoria de nuevo, me masajeé las piernas lentamente. Sabía que el ruedo de mis manos, de la tela sobre la que estaba puesta, de mi propia respiración, le llegarían. Primero mis muslos, que eran de nuevo los de una diosa que se poseía a sí misma. Después bajé a mis tobillos y, definitivamente, mis pies. Cuando terminé y guardé el bote de crema, me introduje en el saco de dormir, mirando boca arriba. Deslicé una mano entre mis piernas, y comencé a acariciarme el clítoris. Para entonces, ya estaba húmeda. Al poco, no pude reprimir cómo mi respiración se agravaba, no pude esconder un leve gemido que yo quería que él escuchara, pero nadie más. Él estaba a mi lado y eso me volvía loca. Me acaricié despacio y vinieron mil imágenes a mi cabeza. Pensaba en él, masturbándose, a mi lado, reprimiendo tal vez la velocidad de sus movimientos; pensé en él, mirándome en la ducha, en cómo se empalmaba, en que yo me daba la vuelta y empezaba a comerle la polla; pensé en su imagen masturbándose en el baño; pensé en todas las escenas que habíamos compartido en tan poco tiempo sin que ocurriera realmente nada.

Mi placer se incrementaba. Mis pezones, endurecidos, me daban placer únicamente con el roce de la camiseta. Arqueé las piernas y quise penetrarme con mis dedos. Cuando lo hice, tuve que morderme los labios para que no se me escuchara en toda la habitación. Pensé en que él se acercaba se metía de alguna manera por debajo de mi saco, y comenzaba a comérmelo, a lamerme el clítoris, a jugar con sus dedos, a devorarme mientras yo le agarraba fuerte del pelo, empujándolo hacia mí. Después imaginé tenerle dentro, moviéndose fuerte, notando su pecho contra el mío, lamiéndome el cuello. Cerré los ojos, y me corrí. Esa lengua, ese pecho, esa polla, estaban muy cerca de mí, tal vez deseando lo mismo que yo, pero eran inalcanzables.

Respiré hondo y, aun sintiendo los últimos espasmos de placer, me puse de medio lado mirando hacia él, como él estaría haciendo hacia mí, pero sin vernos. Después, él bajó de su litera y fue al baño. Tardó poco. Se debió de correr enseguida. Después, con la cabeza recostada hacia él, me quedé dormida.

Desperté pronto. Salí casi la primera de aquella habitación. Me esperaba la etapa más larga, la más dolorosa seguramente, a pesar de que había recuperado fuerzas la tarde anterior. Comencé a buen ritmo, alegre, contenta. Fui cauta en las bajadas para no presionar más de la cuenta mis rodillas, y traté de hacer paradas más cortas. Sobre las 9 de la mañana, me adelantó de nuevo, como en días anteriores.

¿Cómo vas? - Me dijo.   
Hoy no sé si llego. Me costó dormir, ¿Sabes?- dije maliciosa.

Se quedó mudo. No esperaba mi respuesta. Estaba junto con sus compañeros, y tardó en reaccionar. Sin embargo, su ritmo era mayor, así que progresivamente iba sacándome distancia. No se podía cambiar el ritmo a esas alturas.

¿Necesitas algo? - dijo al fin.

Yo sonreí, y después, negué con la cabeza. Necesitaba muchas cosas en aquel momento, pero de él esperaba evidentemente otras.

La segunda parte del trayecto volvió a ser una tortura. Cada vez andaba más lenta, y cada paso parecía que era sobre cristales. Igual salía el sol que se ponía a llover. Pasé del calor al frío en minutos. No encontraba modo de acabar con aquella etapa. Cuando me restaban 3 o 4 kilómetros para llegar al objetivo, el terreno se volvió llano. Cruce un pequeño puente sobre un río. A la derecha quedaba un albergue y, después, un restaurante. Al pasar por la puerta de éste, volví a verle, duchado ya, y acabando de comer. Aquello fue para mí una tabla de salvación. Volví unos metros atrás, y probar a ver si aun quedaban camas disponibles. Encontrarle de nuevo y no tener que concluir aquella etapa me alegró el día, me elevó de la desesperación que en la que iba cayendo kilómetro a kilómetro. No compartíamos la misma habitación esta vez. Las camas se asignan por orden de llegada, y yo me había retrasado demasiado. Me duché a duras penas, me curé y fui al restaurante. Él ya no estaba. Ya no quedaba nadie. Todos dormían la siesta. Quien no lo hacía, lavaba su ropa o paseaba junto al río.

Comí sola. Poco a poco iba recobrando la normalidad y en mi cabeza solo manaba la idea de encontrarle, de buscar una justificación para mantenerotra conversación, para seguir con nuestro juego. Lo encontraría antes de lo que pensaba. Después de pagar, volví al albergue y le vi sentado en unas escaleras de cemento por las que se bajaba directamente al río. Demasiado frío para bañarse. Tomaba una cerveza. Llevaba unas chanclas, unos pantalones cómodos, largos, y una camiseta de manga larga fina. Había comenzado a llover y salvo él, todos los demás se habían retirado a las habitaciones. Un bonito escenario y una oportunidad surgida de la nada, que no pensaba dejar pasar. Me puse el disfraz de leona, de nuevo y me senté a su lado.

¿No duermes? - Dije.

Ya me eché un rato. Llegamos pronto. ¿Y tú? Ya veo que te has curado -Respondí.

No tengo sueño, además, si me duermo ahora, luego me costará más.

Nos quedamos callados por un momento. Hablábamos con familiaridad. Nos deseábamos y era muy divertido. 


Es verdad, no me acordaba. Antes dijiste que te había costado dormir anoche, ¿no? -Me dijo.

Sonreí y me fije en los rasgos de su cara. Era el momento de contraatacar su comentario.
 
-A veces uno no se duerme porque no puede, porque tiene cosas en la cabeza, no sé. Otras, uno no duerme 
porque no quiere dormir, porque quiere entretenerse un rato antes de hacerlo, ¿sabes?. ¿A ti no te pasa? -Le dije.

- No sé, supongo que sí.

- ¿Y tú?. ¿A tí te costó dormir?

Le delató su sonrisa, pero no respondió. Me decidí a poner las cartas sobre la mesa. 


¿Qué tiene de morboso mirar cómo me doy una crema anti-inflamatoria en las piernas? Yo no miraría a un chico haciendo lo mismo, no me parece especialmente excitante. Quizás lo de mirarme cuando me ducho puede serlo, yo lo hice contigo después. Disimulabas mal pegado a la pared en la ducha.

Me mostró su sonrisa. Se le iluminaba la cara en cada carcajada. Me respondió:

Bueno, a mí sí me parece morboso mirar cómo te dabas crema en las piernas. Lo de la ducha fue sin querer, no miré más de dos o tres segundos.

- ¿Y anoche, cuando me estaba masturbando a tu lado y no me podías ver? ¿Qué pensaste? Porque yo pensé: si a este chico le gusta tanto mirar, ¿Qué pasaría si se queda a oscuras y se lo pierde?

Eres un poco mala, me parece -Me dijo.

¿Por qué no viniste conmigo? 

- Porque no estaba seguro de que quisieras que fuera.

Apagué mi cigarro, sin prisa, esparciendo el tabaco y guardando el contaminante filtro en el bolsillo de mi pantalón. Me sentía dueña de la situación y quise comprobar si verdaderamente él estaba tan dispuesto como yo a satisfacer nuestros deseos.

Mira, en este albergue los baños están en ese edificio, lejos de las habitaciones. ¿Lo sabes, no?. Yo me voy a ir para allá, porque tengo que hacer una cosita. Si quieres, puedes venir a mirarme.
 
Sonreí. Me levanté y fui andando hacia los baños. Cuando noté que él se levantaba y me seguía, me entró un escalofrío por dentro, que me recorrió todo el cuerpo. De nuevo la excitación. No había pensado dónde entrar, pero me dejé llevar por el morbo. ¿dónde te gustaría? me dije. Pues en el baño de los chicos, y allí entré sin encontrar a nadie. Perfecto. Elegí el último baño al azar, abrí la puerta y la dejé entreabierta. Él estaba cerca, entró y la cerró. Por fin nuestro momento. Sin linternas, sin oscuridad. Cara a cara en aquel habitáculo estrecho. 

Quería excitarle. Llevarle al límite, así que metí mi mano por debajo del pantalón y con un dedo comencé a acariciarme como la noche anterior.

-   
¿Te gusta lo que ves? - Le dije.

Mucho -respondió.

Entonces cogí su mano y puse la mía encima de la suya, con la palma hacia mi cuerpo. La dirigí dentro de mi pantalón y, apoyando mi pierna encima del water, llevé sus dedos hacia mi clítoris, dirigiendo los movimientos, sintiendo su placer por fin. Le notaba empalmado. Después, Bajé sus dedos hacia abajo para que notara mi excitación, para que viera lo húmeda que estaba, para que mojara sus dedos y volviera a dirigirlos sobre mi clítoris. No podía reprimir leves gemidos, mis pezones estaban duros como una roca y sensibles al roce de mi camiseta. Quería disfrutar de ese momento, pero al tiempo quería hacerlo todo de golpe. Me sentía impaciente por tenerle dentro, por follármelo de una vez. Saqué mi mano del pantalón y él siguió masturbándome. Le toqué la polla, dura, por fuera del pantalón, de arriba abajo. Notaba su aliento cerca. Mientras, él bajó mis dedos y me penetró con ellos por primera vez. El placer me invadió entera, me llegó hasta la boca, y no pude evitar gemir en voz alta. Eso debió de excitarle aún más. Busqué su boca. La encontré y la descubrí con mi lengua, buscando desesperadamente la suya. Nuestros cuerpos se juntaron por fin. Le acaricié fuerte la espalda, deseando soltar la excitación que sentía, mientras que con la otra mano liberaba su polla. Por fin podía notar su piel. Él seguía penetrándome con sus dedos, y agarrándome fuerte del pelo, empujándome hacia él.


Bajó su otra mano y mientras me penetraba, al tiempo acariciaba mi clítoris. Hice lo mismo y mientras le masturbaba, masajeaba sus piernas y sus huevos. Me levantó la camiseta y comenzó a comerme las tetas, a lamerme desesperadamente. El placer que sentía era enorme, y enseguida noté pequeños espasmos, previos a alcanzar el orgasmo. Noté su boca en mi cuello, en mi barbilla, en mis hombros, en mi boca, en mis tetas, mientras sus dedos me penetraban cada vez con más fuerza. Perdí la concentración, no conseguía masturbarle bien, iba a correrme, abrí mis piernas todo lo que pude y me corrí como si no lo hubiera hecho nunca, como si fuera la primera vez.

 Aquel orgasmo no relajó el morbo que sentía. Me senté y sin perder un momento dirigí mi boca hacia su polla. Quería comérmela entera. Quería devolverle el placer que me había dado. Me la metí en la boca despacio y después comencé a mamársela con rapidez, deseando notar su explosión de placer. Le miré mientras lo hacía. Cerraba los ojos y volvía a abrirlos. No quería perderse nada. Arqueaba la cabeza hacia atrás y sus piernas se flexionaban por el placer. Le quedaba poco. Dejé que me quitara la camiseta. Quería correrse en mis tetas. Cuando noté que impulsaba su polla con fuerza hacia mí, saqué mi boca, rocé su polla contra mis pezones y seguí masturbándole rápidamente.Me agarraba fuerte del pelo y, finalmente, se corrió cuatro veces entre mis tetas y mi cuello.  

Yo seguía muy excitada. Él se sentó en el water y me atrajo hacia él. Quería follarme y yo estaba deseando que me follara. La primera penetración, lenta, fue un capricho de los dioses. Mi cuerpo era una estufa, entre el calor y la humedad. Volví a bajar lentamente otra vez para notarla entera dentro de mí. Poco a poco fui acelerando la cadencia de la penetración. Mandaba yo, pero mi poder era falso. Él, agarrándome por el culo, me deslizaba hacia dentro y hacia fuera, mientras se comía mis tetas. Cuando arqueaba más mis piernas o separaba los mofletes de mi culo, conseguía que le notara mucho más, y el placer que sentía ganaba en intensidad. Yo olvidé donde estaba y gemía abiertamente. Quería un final salvaje, quería sentirme follada con fuerza, y le dije:

- Cógeme, me queda poco.

Al cambiar de postura, alguien entró a la zona de baños. Escuché la puerta de uno de los wáteres de al lado. Más morbo. No pensaba poner fin a aquella situación. Si quería mirar quien fuera, que lo hiciera, pero yo quería que me follara contra la pared. Me cogió en vilo, entrelacé mis piernas contra su cintura y traté de facilitar que su polla entrara de nuevo dentro de mí. Y lo hizo violentamente. Ambos gemíamos. Era una carrera de penetraciones hasta la extenuación, hasta corrernos de placer. Quería morderle, agarrarle con fuerza, empujarle hacia mí, todo a la vez, y muerta entre la excitación y el morbo, me corrí intensamente mientras él acababa por golpear con sus caderas mi cuerpo, haciendo lo mismo. 

Permanecimos unos instantes en silencio, recuperando el aliento. Después le dije:

-
¿No te parece que esto es mejor que mirar?

Me sonrió.

A las 10 apagaron las luces. Unos roncaban. Todos, o casi todos, dormían. Había sido una etapa larga.