jueves, 23 de febrero de 2012

LA FIESTA


Habían pasado muchas cosas antes de aquella noche. Tantas, y tan intensas, que tal vez ni mi cabeza ni tu corazón estaban dispuestos a intercambiar ni una sola palabra sobre el pasado. Ni un solo gesto de cortesía, de saber quién era yo antes de ser quien podría llegar a ser ese día, de pensar qué eras tú para mí antes de ser la anfitriona de una fiesta a la que llegaron antes mis manos y mis ojos, y tiempo después mi sensatez. Pero, en definitiva, había aparcado en tu puerta, dispuesto a escapar por unas horas de aquel túnel oscuro que atravesaba, bajo tu supervisión.

Me presentaste a los que no conocía aun y saludé a los que había visto en otras ocasiones. Todos, más de una decena, tomaban algo repartidos en grupos pequeños en la planta inferior, rodeados de música, cojines y sillas. Me cargaste un Ballantines con Coca Cola y subiste a por hielos. Con una coleta que agarraba tu pelo largo, habías decidido ponerte un vestido negro con dibujos, moderno, casi infantil, que a simple vista no acompañabas con nada más. Ibas descalza y sin pendientes.

Yo me incorporé a un grupo pequeño en el que se encontraba alguna amiga tuya que conocía de antes, y alguna otra que no había visto en mi vida. Me resultó sencillo integrarme, ya que todo el mundo era amable y se encontraba a gusto. En ocasiones, y siempre empezando por mi izquierda, circulaba algún porro de boca en boca. Se oían las risas entre varios de ellos y tú, a veces, pasabas por mi lado. Siempre me mirabas. Cuando me daba cuenta y nuestros ojos se cruzaban, sonreías. Cuando yo no me daba cuenta de que me mirabas, supongo que simplemente supervisabas que estuviera cómodo. Cuando tú no te dabas cuenta de que quien miraba ella yo, simplemente me fijaba en cómo te movías, en tus piernas o en tus hombros.

A medida que el alcohol y el hachís iban haciendo efecto, el pequeño grupo de dos chicas y un chico en el que me encontraba decidió sentarse en unos cojines que había en una esquina. Enseguida me di cuenta de que el chico de mi derecha y la chica que tenía enfrente eran, habían sido o iban a terminar siendo pareja. La chica de mi izquierda era mona, hablaba mucho, y cuando se reía tenía la necesidad de tocar, de alargar su brazo para notar un contacto físico con el que hacer más cómoda la interacción. Síntoma claro de inseguridad.

Para cuando estaba terminando mi segundo cubata, los dos sabíamos que la chica de mi izquierda quería algo más allá de esa agradable conversación. Yo estaba dispuesto, necesitado y, con el efecto progresivo de los porros que circulaban siguiendo siempre el mismo recorrido, seguro de mí mismo. Pero no había prisa. Tenía ciertas dudas sobre cómo podía sentarte a ti aquello. Tú buscaste una posición en la sala en la que en cualquier momento podías verme, y yo trataba de quitar de mi cabeza la enorme losa que me suponían esos ojos clavados en mí.

Pasaron los minutos, y agoté el último trago al tercer cubata, dejándolo al lado de mi pierna, justo en una de las esquinas de la sala. De repente, como un resorte, te incorporaste de donde estabas sentada y viniste directa hacia mí. Traté de aguantar de nuevo tu mirada, que esta vez no sé bien qué quería expresarme. Cada vez más cerca, a medio metro, a diez centímetros. Te agachaste para recoger el vaso y yo ni siquiera podía moverme. Al hacerlo, mi boca quedó entre tu cuello y tus tetas. Casi podía rozar tu piel. Noté un espasmo en mi pantalón. Me excité por un segundo, por primera vez delante de ti y fue una sensación extrañísima. Temí que lo notaras y, a pesar de ello, tu gesto me pareció una provocación. Cuando te levantabas, aún cerca de mí, nuestros ojos volvieron a cruzarse. Me imaginé por un segundo a un perro peligroso enjaulado, ladrando, observando, siguiéndote con la mirada, mientras tú, fuera de la jaula, jugabas a que deseara comerte. Pero esa noche, parecía estar escrita para la chica de mi izquierda, esa que aguardaba a que yo diera el paso, a que acortase el itinerario de mi boca a la suya.

Seguía en una conversación amena, pero mi cabeza se había marchado a otra parte. Con el paso de los minutos, me di cuenta de que no volvías a buscarme con la mirada, con lo que me fui convenciendo de que había sido una penosa fantasía mía, que pensé que existió por un segundo sencillamente algo que no ocurrió, que lo prohibido seguía siendo prohibido. En todo caso, el alcohol me había hecho efecto y simplemente por un instante había dado pie a un cuento imposible. Entonces volví a fijarme en la chica de la izquierda. No la encontré tan mona como al principio, pero seguía dándome morbo. Pensé que no le hacía falta tanto empeño en prolongar lo holgado de su camiseta de tirantes para que yo pueda perderme, disimuladamente aunque cada vez menos, en su escote.

Con el paso de los minutos estábamos cada vez más cerca. Ella solo esperaba a que yo la besara. Y yo solo esperaba a que un nuevo cruce de miradas contigo me resolviera definitivamente las dudas. La conversación seguía siendo fluida, pero nuestros dos compañeros de corro ya andaban jugueteando con sus lenguas. Miré la sala. No estabas. ¿Buscando hielos? Vete tú a saber. Me dije: ya. Se terminó, voy a follarme a esta preciosa chica que falta me hace.

Cambié de postura, giré mi cuerpo hacia ella y, como una broma del destino, tus pies descalzos aparecieron de nuevo por la sala, llevando en volandas un cuerpo que, copa en mano, ingería un último trago del vaso. Lo dejaste en un lado del suelo, junto a la pared. Algo novedoso, porque durante toda la noche te había visto recogerlos, no abandonarlos a su suerte. Viniste hacia mí, y yo traté de no perder el hilo de la conversación. Me tendiste la mano."¿Puedes venir?" dijiste "es un segundo".

Un segundo tardé en levantarme, ayudado por tu mano, y seguir detrás sin soltarla. Subimos dos tramos de escalera, allí donde no había nadie. No me dijiste nada. A mí me dio tiempo a pensar dos o tres cosas de camino. "Está enfadada", "¿Qué quiere?" y "Vaya preciosidad de piernas" exactamente. Con el tercer pensamiento, volví a notar el escalofrío anterior.

Abriste la puerta de una habitación que tenía la luz apagada, entraste, me llevaste dentro y la cerraste. Me puse tenso. No entendía nada. Unos segundos de silencio, los suficientes para darme cuenta de que no tenías intención de encender nada. De la tensión pasé a una total excitación. Fui yo el que se encendió. Mi polla creció en mi pantalón. Era el momento de rebelarme, aunque tuviera que imaginarme todo aquello que esa noche había intentado desnudar con la mirada. Mi mano seguía junto a la tuya, como dos hermanos. Giré los dedos y los entrelacé con los tuyos, ahora ya como dos amantes. Mi otra mano buscó tu otro brazo y lo encontró. Subió hasta tu hombro y se quedó en tu cuello. Noté que tu cabeza se inclinaba hacia adelante, que venías hacia mí. Avancé medio paso y antes de encontrar tu boca, noté tus tetas, escondidas bajo el vestido, en mi pecho. Paré un instante, hasta sentir tus pezones duros. Entonces me di cuenta de que era el momento.
 
Busqué tus labios con mi boca, a tientas. Los encontré cerrados en el primer beso, entreabiertos en el segundo, y completamente abiertos en un tercer beso largo, que acabó por rebasar mi morbo. Hasta el cuarto beso, tú no dejaste aparecer tu lengua. Su roce con mis labios, llevó a mis manos a moverse hacia tu espalda, atrayéndote hacia mí. Cuando nuestras dos lenguas se juntaron, y jugaron como en los besos adolescentes, tu tripa ya notaba mi polla dura, ardiendo en deseos de devorar aquello que no era capaz de ver. Tus manos buscaron mi culo y empujaron hacia ti. Después se perdieron por debajo de mi camiseta, empujando desde abajo hasta sacármela por encima de la cabeza. No había marcha atrás.

Dejé tu boca por un instante, y me hundí en tu cuello, a la vez que tú te comías mi hombro. Retiré los tirantes del vestido, acaricié tus tetas y bajé hasta tus piernas, para acabar subiendo las manos por debajo del vestido justo en el momento en que volvía a besarte. Te noté respirar fuerte en aquel momento, y tu mano paseó por el bulto de mi pantalón, de abajo a arriba. Busqué liberar tus tetas, lamerte los pezones, mientras conseguía notar tu humedad con mis dedos y bajaba tus braguitas. Tuve un arranque violento, por decirlo así, y a tientas te llevé hasta la pared. Te dejaste llevar, pero quisiste liberar mi polla del pantalón primero. Cuando lo conseguiste, me acariciaste levemente, de nuevo de arriba a abajo, como si estuvieras tanteando el terreno.

Sin abandonar un segundo tu boca, comencé a acariciarte el clítoris. Tú hiciste lo propio, masturbándome. Yo quería ser el dueño de esa habitación oscura. Así que, en el momento de penetrarte con uno de mis dedos, bajé con mi boca para lamer tu clítoris. Levantaste una pierna hasta mi hombro y empujaste mi cabeza hacia ti. Yo estaba en un cielo imposible. A cada movimiento, un surco de placer recorría tu cuerpo. Cada vez que bajaba y subía con mi lengua por tu clítoris, un gemido de placer. Y tus manos, apretándome hacia ti.

Pero tú también querías ser la dueña de esa habitación y, enseguida, cambiaste de posición siendo yo ahora el que estaba frente a la pared, y tú la que podía hacer y deshacer. Sin dejar de tocarme la polla, bajaste por mi pecho hasta mi ombligo, y desde ahí, te perdiste jugando por cualquier sitio. Todos me daban placer. Al final, tras recorrer de abajo a arriba mi polla con tu lengua, la metiste en tu boca, y comenzaste a moverte. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Un minuto, dos horas o quince segundos, pero me tenías completamente atrapado.

Paraste y me dejé guiar hasta la cama. Tú conocías aquel espacio. Intenté ponerme encima de ti pero la pelea por el momento la seguías ganando tú. Te sentaste encima mía, frotaste mi polla con tu clítoris, y subiste encima mía bajando despacio, notando la penetración lenta, extremadamente lenta. A partir de ese momento, comenzaste a moverte despacio, en vertical, imponiendo tu ritmo. Yo comencé a acariciarte el clítoris. Quería devolverte el placer que estaba recibiendo. Tú sola comenzaste a acelerar progresivamente, hasta inclinarte hacia mí. Notaba el choque de tus tetas en mi boca. Trataba de lamer tus pezones cada vez que subías. Por fin, de nuevo, nuestras lenguas. Y el calor inmenso de estar dentro de ti.

Me excitó aun más ver como tu respiración se entrecortaba y, aprovechando que volvías a inclinarte hacia mí, logré darte la vuelta y ponerme yo encima. Sin perder ni un segundo, comencé a penetrarte a gran ritmo, como un desesperado, levantando tus piernas de nuevo, golpeando tu vientre, buscando tu orgasmo.

Sudábamos, estábamos pegados el uno al otro y yo solo quería escuchar tu aliento en mi nuca. Seguía acariciándote el clítoris, trataba de apretar y separar tu culo para que notaras mejor la penetración, presionaba tu pierna hacia arriba, buscaba de nuevo tus pezones, tu cuello tu barbilla, tus labios, tu lengua. Tú empujabas hacia mí, te movías desesperadamente y yo no podía buscar la excitación en tus ojos.


Te puse boca abajo, y seguí penetrándote hundido en tu cuello. Tú me facilitaste las cosas, e inclinaste tus piernas, poniéndote a cuatro patas. Yo seguía entrando con fuerza, mientras eras tú la que se acariciaba ahora. Te faltaba poco y yo.... yo soy quería vaciarme dentro de ti.

Noté que deseabas más velocidad, que llegaba tu momento, así que decidí  levantarte de la cama, busqué desesperadamente la pared. Levanté con fuerza tus piernas, busqué de nuevo tu entrada, y comencé a penetrarte con aún más fuerza. Tú te agarrabas a mi cintura, golpeándome con tus tetas en la cara. Bendita violencia. Subí y bajé con toda la fuerza que me quedaba. Ahora ya no respirábamos, ahora gemíamos los dos. Al oír que comenzabas a correrte, que en ese momento deseabas morderme en vez de besarme, recibí lo más parecido a una descarga eléctrica en mi cuerpo y comencé a vaciarme dentro de ti, Una, dos, tres, cuatro, cinco veces, y después más despacio, una vez que ambos habíamos terminado, pero que seguía notando tu calor, que permanecía quieto dentro de ti. Entonces repetimos nuestro tercer beso, sin lengua, largo, un beso cómplice, agradecido.

No pude verte, ni siquiera te quité el vestido, me hubiera encantado hacértelo con mi boca, despacio, tantas cosas.... pero nuestro momento había terminado.

Cuando bajé, la chica de la izquierda ya no estaba.

jueves, 2 de febrero de 2012

"El Chalet de Sofi" de @cheeechu235


Uff que calor que hace... menos mal que ya estamos llegando...

El cielo se torna blanco con el calor de la tarde siempre, parece que perdiera el color, color que por la noche siempre aparece, y esa noche en especial iba a ser especialmente calurosa, y en general, inolvidable...

Llegamos por fin al chalet de Sofi, que estaba a las orillas de una laguna (que chapuzón nocturno me estaba imaginando...).

El chalet era inmenso, una casa para veranear con su familia... tenía 3 plantas enormes: la planta baja donde se encontraba el salón con la zona de comedor que cabrían como 20 personas, y la zona de los sillones para sentarse relajadamente a ver la tele; la cocina, y un par de habitaciones. La planta alta donde estaban los 4 dormitorios dos de ellos con camas de matrimonio y los otros con varias camas individuales. Y el sótano donde tenían la sala recreativa con un billar en medio, una barra tipo americana con butacas y la bodega de vinos. Lo tenían todo bien previsto en esa familia, desde luego, por pasta no sería... Alrededor de la casa se encontraba un jardín de hierba y por supuesto la kilométrica piscina, en la que seguro pasaríamos bastante rato ese día...

Éramos 4 chicos y 4 chicas los que, tras los duros exámenes de junio de 1º de la universidad, finalmente nos habíamos decidido a venir, parecía el plan perfecto...

Compramos varias botellas para que no faltase bebida y provisiones suficientes para el fin de semana.
Daban las 18h de la tarde cuando estaba ya todo montado. La música sonaba en los altavoces, las cervezas comenzaban a caer y nosotros en la piscina disfrutando de la tarde soleada. ¡Qué plan hay mejor que este! Le decía a mi amigo Javi, mientras veía como dos chicas luchaban por hacerse ahogadillas, y nosotros mirando desde el borde de la piscina con una cerveza en la mano. Sofi, llevaba un bikini blanco que le transparentaban los pezones y era imposible no mirarla cada vez que salía del agua para volver a lanzarse, siempre dejando miradas cuando pasaba cerca… era un espectáculo de chica.
La tarde fue cayendo pero no nuestras ganas de fiesta, que continuaron con la típica barbacoa para llenar el estómago que ya rugía después de todo el día allí. Tras quedar llenos nos tumbamos en las hamacas para reposar un poco la comida.
Las hamacas eran grandes, entraban dos personas, así que a la que pasó Sofi, la dije que se podía tumbar conmigo y eso hizo. El solo olor de su pelo, me ponía los pelos de punta. Si no hubiera habido nadie más en aquel momento, me la hubiera puesto debajo y la habría follado hasta que llegara el alba. Mis ganas de hacer eso tuvieron que esperar por el momento, demasiados ojos cerca. Eso sí, llevaba una camiseta blanca de tirantes y no, no llevaba sujetador debajo. Tenía un cuerpo increíble, sus pechos eran pequeños pero perfectos y su culo era imposible no quedarte mirándolo, además de sus dos ojos verdes detrás de un flequillo que constantemente caía por su frente.
Llego la noche, y las dos parejitas que habían venido juntos decidieron desaparecer misteriosamente a las habitaciones de la planta alta... y en el salón nos quedamos: Sofi, mi amigo Javi, más pendiente del alcohol que de lo que se cocía en el ambiente, no tardaría en caer a la velocidad de engullir cervezas... Jessi, que había sido convencida por Sofi para venir, y se notaba que ella ya había vivido más de una fiesta... rubia, ojos azules que decían claramente lo que ella pensaba en cada momento, y su cigarrito en la mano que se llevaba a esos labios carnosos, que tantas veces en clase había imaginado como acababan posándose sobre mi polla mientras yo la miraba atónito... y por último yo, que ni mucho gimnasio, ni poco, seguía manteniendo algo de lo que me había dado el fútbol en el instituto... empezaba a necesitar un corte de pelo. Pero era algo que no me molestaba, peinarse era para otros días...

Después de beber ese día una cervecitas , y de los baños en la piscina, donde tuve que tener cuidado con los roces en las ahogadillas con Jessi, (buff era fuego esa chica) y de arrimarme lo suficiente a Sofi, pero no demasiado (me vuelve loco desde que la vi entrar en clase con esas gafitas de pasta, mirando al suelo...), nos encontramos en el salón con la música de fondo a lo que Jessi comentó "he traído una cosita para animar el ambiente" y sacó de su vaquero, que tapaba poco más que medio culo, dos dados... donde en uno ponía: boca, orejas, cuello, tetas, pezones y una interrogación; y en el otro, ya os imagináis, besar, morder, etc.

Javi, sin previo aviso, salió corriendo, imagino a sacar todo lo que había entrado esa noche y ya no volvió. "Ahora somos solo 3" se me ocurrió decir y respondió Jessi "más para ti", era toda provocación desde que habíamos llegado, y yo ya con solo mirarla se me empezaba a levantar...

Jessi le pidió a Sofi que trajera tres vasos de chupito y los llenó con una de las botellas de tequila que habíamos comprado, aun sin tocar.
 "Esto funciona así" dijo Jessi con una sonrisa en esos labios rojizos, "primero se elige con quien vas a hacerlo, y luego se tiran los dados, antes claro hay que beber el chupito". Sofi ponía cara de no estar segura, pero al final, accedió y Jessi se relamía, cada vez que nos miraba a uno de los dos...

"Bueno quién empieza dijo Jessi...”, a lo que siguió, "venga nene lánzate, me presto para tu primera vez". La mire con cara de tonto, y sin saber que decir, directamente, lo siguiente fue tener los dados en una mano y el chupito en la otra, lancé y salió, “besar” “cuello”.
Me acerqué, tome el chupito de un trago (bajo más deprisa de lo normal) y empecé a saborear su cuello, uff  el tacto de su piel me la ponía dura, y su piel se empezó a erizar en cuanto la tocaba.

A  continuación, aJessi le tocó Sofí; tiro los dados y la besó sin darla tiempo a asimilarlo…, que imagen, entonces yo ya estaba hirviendo... como sus manos agarraban sus pechos mientras sus lenguas chocaban al principio con timidez y luego con furia. El piercing que  llevaba Jessi en la lengua no hacía más que imaginar que era lo siguiente que podría estar chupando…

Sofi tiró y le tocó besarme a mí. Como con Jessi, empezó tímida, pero enseguida se animó. Era una leona encerrada en el cuerpo de una gata. Su lengua no paraba de moverse… si no fuera por el tequila, estoy seguro que sabría a fresa…
Después me tocó con ella y salió "morder" "pezones". Yo me acerqué a ella y poniéndome de rodillas en el suelo, le levanté la camiseta de tirantes. En cuanto le quité esa camiseta blanca,  pude ver esos dos bultitos que me llamaban desde hacía ya, varios minutos y que yo al principio toqué con un dedo, pasé la lengua por encima, y empecé tras eso, a chupar con delicadeza, rozando con los dientes, para que ella lo notara más, empezando incluso a resoplar cuando yo lo hacía... no quería parar y ella no quería tampoco que parase, pasaba de un pezón a otro y no dejaba de mirarla, como entrecerraba los ojos y me acariciaba el pelo, mientras se mordía el labio inferior…

Sin previo aviso, y perdiendo la noción del tiempo que llevábamos así, encontré la mano de Jessi, metiéndose en mi bañador para encontrar aquello que me presionaba desde hacía ya bastante. Se había puesto detrás de mía, bajándome del todo la ropa.

Empezó a jugar con mi polla, primero tocándola con los dedos de arriba a abajo, pasando por mis huevos. Comenzó a masturbarme pegando sus dos grandes tetas sobre mi espalda, frotándose sobre mí, mientras con las dos manos cogía ya mi durísima polla, para después hacer realidad todas mis fantasías, poniéndose en frente, metiéndosela en la boca y mirarme con esa cara de viciosa que deseaba ver ahí abajo desde mis clases en la universidad…

Yo en ese momento, entrecerrando los ojos, por el placer, instintivamente, introduje mi mano en las braguitas ya mojadas de Sofi, que agradeció con un gemido profundo... dios estaba empapada, no dejaba de mirar a Jessi que seguía chupándomela sin parar.

Notaba su humedad en mi mano, e introduje los dedos hasta el final. Al principio, despacio, y luego más rápido... quería que se corriera, que gritara de placer. Ella gemía tímida agarrándose con los puños cerrados al sofá, con los ojos cerrados y moviendo la cadera al son de mis dedos, sintiendo como penetraban su coñito mojado, sus pezones eran dos bolitas que yo atacaba con mi lengua mientras ella me agarraba del pelo fuerte. Fui bajando mi lengua, por el canalón de sus tetas, deteniéndome en su ombligo y acercándome al corazón de sus deseos. Le besé las rodillas, los muslos; ella deseaba entregarse a mí y que llegara a su coñito y cuando metí mi lengua en él, empezó a gemir ya sin temer que lo escuchara…
Mientras, Jessi, se había quitado la poca ropa que le quedaba y se recostó a su lado, mientras observaba como seguía masturbando a Sofi... empezaron a besarse y yo arranque literalmente las braguitas de Sofi, para poder introducirle mi polla ya durísima. Quería metérsela hasta el fondo y que se corriera conmigo dentro...
Cuando se la metí empezó a gemir más fuerte, con los juegos estaba ya a punto, empecé a hacerlo cada vez más rápido y más rápido, ella seguía gimiendo, y, a su lado Jessi se masturbaba viéndonos follar, también quería follármela a ella… y en ese momento Sofi no pudo más y se corrió, convulsionando todo su cuerpo apretándolo contra el mío, casi quedándose sin respiración, nunca olvidaré su cara en ese momento…

Jessi que no se había movido en todo ese momento, la tenía al lado, masturbándose y mirándonos con esa cara de viciosa, de niña buena y a la vez perversa. La cogí del brazo, la puse a cuatro patas en el suelo y le metí la polla hasta el fondo. Empecé a follármela sin previo aviso con increíble fuerza, no podía casi ni respirar, solo pensaba en metérsela más y más dentro, quería hacerla gritar de dolor y de placer al mismo tiempo.
La puse de cara a Sofi, y Jessi captó el mensaje, y comenzó a jugar con su lengua y el coñito de ésta. Sofi volvía a encenderse, Jessi pasaba su lengua por el clítoris, sabía donde tocar, para que Sofi volviera agarrarse a ese sillón y empezara de nuevo a gemir.
Se tumbo Jessi boca arriba en el sofá, y Sofi encima de ella, empezaron a hacer un sesenta y nueve, chupándose y metiéndose los dedos rápido. Yo iba de una a la otra, aprovechando, introduciendo mi polla mientras se masturbaban la una a la otra, era un baile de gemidos y sudores…
Jessi, me tiro contra el sofá y se sentó encima mía, empezó a moverse haciendo círculos con mi polla dentro de su coño, y susurrándome al oído “¿quieres  correrte? Yo quiero que te corras en mi boca, quiero chupártela hasta que te quedes sin aliento” Empezó a saltar fuerte, mientras yo la abría más, cogiéndola del culo.
La penetraba con fuerza también, quería que se corriera, que gritara de placer, que su cuerpo y el mío se fusionara en uno, que su fuego hirviera con mi fuego…
Y cuando, en ese momento de frenesí, yo ya no podía más, se retiró, se puso de rodillas, cogió a Sofi, la puso a su lado y la hizo chupármela, metérsela hasta casi asfixiarla. Ambas me la lamían, yo no podía aguantar más, Jessi sabía lo que hacía, así que cogió, se la metió en la boca, empezó a chupármela todo lo rápido que pudo, yo la agarré del pelo fuerte y me hizo correrme a lo bestia… contra su garganta, no apartando su boca de mi polla hasta que no acabé de correrme…


Amaneció en el chalet de Sofi, una mañana clara y fresquita, dada la cercanía al lago. Recogimos, un poco soñolientos y bastante exhaustos, todo lo que habíamos dejado del día anterior. Cogimos los coches y tomamos la carretera de vuelta a casa.

Después de ese fin de semana, seguimos viéndonos por la universidad, en clase, cruzándonos por los pasillos, en los descansos; sin olvidar en ningún momento cuando coincidía con alguna de ellas, ese juego de los dados y esos labios suyos tan maravillosos...